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Paz y Ciencia

miércoles, 15 de agosto de 2012

Eduardo Galeno: Confundimos la grandeza con lo grandote





Eduardo Galeano, en sus libros confluye la narración, la poesía y la crónica

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

"Confundimos la grandeza con lo grandote"

25/05/2012 - 00:00
Foto: Jordi Roviralta

Inma Sanchís


Tengo 71 años, pero me siento capaz de nacer de nuevo cada día. Uruguayo. Casado con Elena hace 36 años: ella es un harén. Tengo 4 hijos. Andamos como ciegos en un tiroteo: desconcertados, asustados, y buscando caminos para que este mundo no esté organizado contra la gente

Átomos e historias

Lo entrevisté a los 60, a los 67 y a los 71 años y lo volveré a entrevistar mientras se deje, porque es una de las mentes más lúcidas y menos pedantes que conozco. Siempre original, su revisión de la historia, que cuenta a través de lo pequeño, ofrece la perspectiva de una sensibilidad que observa lo humano y sus hechos por primera vez. Así rescató la memoria de América Latina en su trilogía Memorias del fuego y siguió con su afilada mirada contándonos en varios libros hechos de pequeños textos sus reflexiones sobre el mundo y los mundos que contiene. Los hijos de los días (Siglo XXI) tiene una historia por día, de enero a diciembre, porque estamos hechos, dice, de átomos y de historias.



Vivimos para trabajar, ¿qué error hemos cometido?

La economía está al servicio de la industria militar que es el nombre artístico de la industria criminal.



¿El prójimo es el enemigo?

Sí, somos una civilización de soledades que se encuentran y desencuentran continuamente sin reconocerse. Ese es nuestro drama, un mundo organizado para el desvínculo, donde el otro es siempre una amenaza y nunca una promesa.



El miedo nos domina.

Es el pretexto para que esta industria pueda prosperar, porque necesita guerras y enemigos, y si no existen hay que inventarlos. Fíjese en el caso de Nelson Mandela.



El mundo celebra el día que nació.

Pues ha figurado en la lista de enemigos peligrosos para la seguridad de EE.UU. hasta el 2008. Durante 60 años el africano más prestigioso fue un terrorista para el país dominante. ¿Cómo vamos a creer en todo lo que nos cuentan sobre las amenazas terroristas?



¿Somos un gran rebaño de borregos?

Por todos lados aparecen símbolos asombrosos de resistencia y de vida. Lo mejor que tiene la vida es la capacidad de sorpresa.



Sin embargo, vamos tras la seguridad.

Vivimos en un mundo inseguro, no sólo porque podemos ser robados, asaltados... Los coches matan más que las drogas, y el aire que respiramos y los pesticidas nos exterminan. Sólo si nos articulamos para defendernos de un sistema que es enemigo de la naturaleza y de la gente podremos hallar espacios de seguridad.



¿Qué nos hace libres?

Los desafíos que uno enfrenta cada día son los que te abren una rendija para elegir entre la dignidad y la obediencia. Libre es el que es capaz todavía de elegir la defensa de su dignidad en un mundo donde, quieras o no, en algún momento tendrás que tomar partido entre los indignos y los indignados.



Desde niños nos adoctrinan hasta el punto de que nos parece normal lo anormal.

Que el presidente Obama recibiera el premio Nobel de la Paz con un discurso de homenaje a la guerra "justa y necesaria contra el mal" ilustra lo que usted dice.



¿Qué semilla se puede plantar para que la gente sospeche?

Hay que ver al revés las historias que los diarios nos cuentan para poder entenderlas al derecho: Iraq invade EE.UU. porque sus arsenales de armas de destrucción masiva son un peligro para la humanidad. Lo que es verdad, pero este fue el pretexto de los americanos para invadir Iraq y matar a una cantidad ingente de civiles.



¿Cómo averiguar si uno está vivo o es un muerto viviente?

Habrá que preguntarse hasta qué punto soy capaz de amar y de elegir entre la dignidad y la indignidad, de decir no, de desobedecer. Capaz de caminar con tus propias piernas, pensar con tu propia cabeza y sentir con el propio corazón en lugar de resignarte a pensar lo que te dicen.



...

La mayoría trabaja a contracorazón y termina viviendo una vida que no es la suya por las necesidades materiales, y eso es lo que hace que algunos no se den cuenta de que murieron hace muchos años, la última vez que fueron capaces de decir no.



¿Es una utopía un mundo en el que la gente haga lo que le gusta?

Como dice el patriarca del cine argentino, Fernando Birri, la utopía sirve para caminar. A mí me gusta mucho ver el universo por el ojo de la cerradura.



¿Desde lo pequeño?

Sí, para no confundir la grandeza con lo grandote, una de las confusiones del mundo actual. La grandeza no está en los hechos espectaculares, está en la vida cotidiana.



Hay que endulzarla.

En el manicomio general, los franceses dictaron una ley que era un acto de cordura: ya que tenemos máquinas capaces, tengamos 35 horas de trabajo semanal, pero duró 10 años. ¿Por qué el progreso tecnológico tiene que producir angustia y desempleo?



El 99% de las especies del planeta no viven para trabajar, y no les va tan mal.

Nosotros nos hemos especializado en ser instrumentos de nuestros instrumentos, y somos los únicos capaces de destinar nuestros mejores recursos al exterminio loco. Cada minuto el mundo destina tres millones de dólares a gastos militares y mueren 15 niños de enfermedades curables. ¿Qué clase de especie es esta que dice ser la racional?



¿Qué faceta humana nos destruye?

El conformismo, la aceptación de la realidad como un destino y no como un desafío que nos invita al cambio, a resistir, a rebelarnos, a imaginar en lugar de vivir el futuro como una penitencia inevitable.



Y eso hay que hacerlo en compañía.

Sí, en solidaridad, que es un sentimiento horizontal. La caridad es vertical y no me gusta. Hay un viejo proverbio africano que dice que el que da está siempre por encima de la mano que recibe. De hecho, nuestros antepasados sobrevivieron porque supieron repartir la comida y defenderse juntos.



Pese a ello, somos tan destructivos...

Me imagino un juicio universal a la condición humana de las plantas y los animales, apuntándonos con sus patitas y con sus ramitas y preguntándonos: ¿qué han hecho del mundo?, ¿por qué nos mataron? Qué terrible confusión creernos dueños de la naturaleza.









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